
Busca con sus manitos de seda una flor para quien mas quiere, o será a la que mas ve a fuerza de costumbre.
Ella, la que recibe, siente un vapor que sale, se evapora, se consume en una respiración casi sin brisa.
De rutina, la niña planta varias flores en la mejilla de su madre. No le basta y continua como ametralladora en la frente, en los ojos, en las manos.
Felicidad, así lo llaman.
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